jueves, 21 de enero de 2010


Los predicadores del humo, hoy, en esta misma era apocalíptica, se empeñan en hacernos creer en la perniciosa esperanza y su optimismo terminara por liquidarnos; sus esfuerzos comienzan a cosechar frutos putrefactos y no podremos evitar lo irrevocable. Estos arguciosos de lo inmortal, estas rameras de la devoción, corruptores de lo eterno y falsificadores por excelsitud divina, no satisfechos con su propia autodestrucción nos arrastran en su alud de patrañas y su propia espiral degenerativa. Nos tratan de viciar con sus roñosas ideas de caridad y resignación , el ofuscado amor a la vida, y el hipocrita amor al projimo; nos exigen desprendernos de la abogacía sobre el aborto, el suicidio, el magnicidio, la eutanasia, la sodomía y la perversión sexual, y lo mas inicuo de todo: se empeñan en defender el derecho a la sobrepoblación; tal es la jurisprudencia de la degeneración humana, que tiene por objetivo convertir la tierra en nidos de millones de sanguijuelas.

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