domingo, 30 de enero de 2011


Llegaste como fuego redentor a redimir mis pecados
Me encontraste como en un frió y solitario arenal
Machacado y hostil conmigo mismo vomitando negros pasados
Los confines de tu ardor me llamaron a la guerra, pero acudí como soldado sin arsenal

Libramos una batalla, en la cual saldría mutilado y derrotado
En nuestra batalla, sangraste mis heridas y le diste forma a mis alas de demonio
Del mar a la luna me elevaste, de la noche a la luz, y al final,  del paraíso al acantilado
Extenuado, roto, acorralado, fui víctima en esta tonta guerra, pero tú lo sabes, era obvio

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