Llegaste como fuego redentor a redimir mis pecados
Me encontraste como en un frió y solitario arenal
Machacado y hostil conmigo mismo vomitando negros pasados
Los confines de tu ardor me llamaron a la guerra, pero acudí como soldado sin arsenal
Libramos una batalla, en la cual saldría mutilado y derrotado
En nuestra batalla, sangraste mis heridas y le diste forma a mis alas de demonio
Del mar a la luna me elevaste, de la noche a la luz, y al final, del paraíso al acantilado
Extenuado, roto, acorralado, fui víctima en esta tonta guerra, pero tú lo sabes, era obvio