Un Dios que cuenta los minutos y los céntimos, un Dios desesperado, sensual y gruñón como un marrano. Un marrano con alas de oro y que se tira por todos lados, panza arriba, en busca de caricias. Ése es, nuestro señor. ¡Abracémonos!
No creo en la democracia,ni en el nacionalismo, ni en los dogmas revolucionarios ni en nungun otro discurso humanista. La humanidad me produce asco por lo que he decidido romper con la turba y sus degenerados codigos de convivencia.
Soy una sombra solitiaria vagando por el Aqueronte hasta el dia de la consumacion.
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