martes, 29 de septiembre de 2009

El ser humano es una variedad de error cósmico.

La vida de los seres humanos es vana, mezquina y fútil. Determinados sujetos se niegan a aceptar tan evidente realidad. Nuestras rutinas cotidianas y relaciones sociales que mantenemos día a día nos conducen a reafirmar esa luminosa pero desairada conclusión. Somos humanos hormigueantes que persistentemente, absurdamente e incapazmente indagamos el objeto que nos llevara a la pretendida felicidad. La felicidad no es más que la ausencia del dolor. Eso ya se sabe. El sustentar que el humano es un animal burdamente cicatero, lastimoso y ominoso es solo una perogrullada. Una evidencia centelleante incluso al ojo del resto de los animales.
El concepto de felicidad fue fantaseado por los alienados y moralistas humanos. Abiertamente somos humanos. Estamos orgullosos de eso, pedantemente gritamos a los cuatro vientos nuestra vanidad de humanidad, pero ¿qué es lo que nos diferencia del resto de los animales? teóricamente la inteligencia y el raciocinio. Nuestra “razón” nos ha llevado a las crisis económicas devastadoras, crisis germinadas por ilusiones, metarelatos, fantasías que terminan convirtiéndose en teorías y después en practicas cotidianas.
Estos fantasmas ideológicos, estos espejismos, producto de nuestra ilusión, nos han llevado a aniquilar otras “especies animales” y a deforestar los paisajes naturales, devastacion creada por la brutal tala de árboles para la ganaderia mundial.Toda froma de vida se ha patentado y todo lo que existe se valora en terminos de mercancia.
Dice Kafka que el mundo es una enorme jaula con la puerta abierta. El nuevo orden mundial nos ha hecho creer que “la jaula” es un espacio emancipado, nada mas falso.
El proyecto de los humanos nos ha llevado al genocidio mundial, la hambruna desbocada, las guerras “democráticas” que prodecen tantos millones de dolares. Nos hemos acostumbrado a la esclavitud moderna, esa que no se percibe a simple vista, pero que se siente en cada inhalación, en cada paso que se da, en cada atisbo que se echa al rededor.
Somos masas uniformes nacidas para consumir y producir. Producimos para consumir y consumimos para seguir produciendo. Somos simples y ordinarios autómatas, cuya única función es reproducir los valores hipócritas y autócratas que nos han infundido. No tenemos la capacidad ni la aspiración para cuestionarlos y demolerlos. Entonces ¿qué nos diferencia del resto de animales? La estupida cualidad de “razonar” los hechos y entornos, decayendo con esto nuestros problemas. La razon es un suicidio y la conciencia un tormento ontologico.

Nuestra estética es peor. Necesitamos enmarcar nuestros rasgos más femeninos para aumentar un poco el alcance de nuestro ego. Configuraciones implementadas en el físico y el cuerpo son necesarias para poder aceptar y encubrir nuestra innata fealdad biológica. Insulsas mujeres que tratan de adelgazar para perder el miedo de abrir las piernas ante al macho con mejores ofertas. Hombres frívolos y con deseos banales y fugaces necesitan de una transformación estética para adaptarse a la masa de descerebrados “pulcros” y “bellos”. Realmente la palabra razón no debería existir en nuestro lenguaje. Actuamos bajo la irracionalidad como cavernícolas y seres primitivos, pero viviendo en una supuesta avanzada civilización donde “existen” los derechos humanos,la democracia, la libertad, la tolerancia, la igualdad, la sana competencia y toda la palabreria que escuchamos sin cesar en los discuros de este siglo.
Después de todo, las grandes religiones semíticas y los discípulos agrios de esa filosofía prostituida cartesiana tienen algo de razón, el ser humano es superior.
Si, debemos enorgullecernos de ello. El ser humano el animal más estupido, inferior, mezquino y despreciable.

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