domingo, 30 de enero de 2011

Me mutilaste,  sustrajiste mi llama y decidiste sofocarla.
No te lo reclamo, al contrario, tu crimen me ha hecho libre otra vez
Toque el fondo de la precipitación, pero ya no veo como acariciarla
Soy Perro callejero que es maltrecho, pero libre en este profano mar como pez

Llegaste como fuego redentor a redimir mis pecados
Me encontraste como en un frió y solitario arenal
Machacado y hostil conmigo mismo vomitando negros pasados
Los confines de tu ardor me llamaron a la guerra, pero acudí como soldado sin arsenal

Libramos una batalla, en la cual saldría mutilado y derrotado
En nuestra batalla, sangraste mis heridas y le diste forma a mis alas de demonio
Del mar a la luna me elevaste, de la noche a la luz, y al final,  del paraíso al acantilado
Extenuado, roto, acorralado, fui víctima en esta tonta guerra, pero tú lo sabes, era obvio

martes, 18 de enero de 2011

La mujer una rosa con espinas


"Hay mujeres que, por mucho que en ellas se busque, no tienen interior, no son más que máscaras. Hay que compadecer al hombre que se abandona a estos seres casi fantasmales, necesariamente incapaces de satisfacer"

"Cuando alguien presume de su mujer amable y del amor que siente por ella, creo ver a un frenético que elogia a una víbora, y que aún dice que es encantadora y que tiene la suerte de ser mordido. "
 
"La mujer es un vulgar animal del que el hombre se ha formado un ideal demasiado bello."

“Señora Madre me hablaba muy mal de las mujeres, las mujeres—según ella—son monstruos, no piensan mas que en sus propios intereses, solo cazan al hombre con el fin de vivir a sus expensas y nunca lo aman tanto como pretenden, permanecen, en fin, unas extranjeras hasta la muerte. Cuando ella misma tenia mala cara, me mostraba su rostro y me enseñaba sus defectos, luego se maquillaba con arte y me exhortaba a reflexionar acerca de la metamorfosis, aquel desengaño me dejo helado hacia su sexo, de esa manera logro lo que se había propuesto.”

viernes, 14 de enero de 2011




Aquel que ha naufragado entre mares negros tendrá que preparase para el frió. Necesitara el impulso necesario para crear el calor propio que le hará sobrevivir a la nieve y el hielo. Si el naufragio es voluntario, llegara un momento en que se le presente un iceberg donde podrá posarse a yacer y prepararse para la hipotermia final. Si su instinto vital es terco y fuerte intentara sobrevivir a las bajas temperaturas, tratara de cazar y devorar, de apropiarse de otros calores y construir nuevos refugios. Si su fuerza vital ha disminuido solo buscara un sitio donde acampar por última vez y encontrar la zona adecuada para la agonía. Mientras llega el frió brutal que habrá de extinguirlo, tendrá la llama que lo mantendrá un tiempo con vida, su problema será hallar el combustible para atizar el fuego cada hora que pase en aquel frió y hostil lugar.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Pertenezco a una generación que ha heredado la incredulidad en la fe cristiana y que ha creado en sí una incredulidad de todas las demás fes. Nuestros padres tenían todavía el impulso creyente, que transferían del cristianismo a otras formas de ilusión. Unos eran entusiastas de la igualdad social, otros eran enamorados sólo de la belleza, otros depositaban fe en la ciencia y en sus provechos, y había otros que, más cristianos todavía, iban a buscar a Orientes y Occidentes otras formas religiosas con que entretener la conciencia, sin ella hueca, de meramente vivir.
Todo esto lo perdimos nosotros, de todas estas consolaciones nacimos huérfanos. Cada civilización sigue la línea íntima de una religión que la representa: pasar a otras religiones es perder ésta y, por fin, perderlas a todas.
Nosotros perdimos ésta, y también las otras.
Nos quedamos, pues, cada uno entregado a sí mismo, en la desolación de sentirse vivir. Un barco parece ser un objeto cuyo fin es navegar; pero su fin no es navegar, sino llegar a un puerto. Nosotros nos encontramos navegando, sin la idea del puerto al que deberíamos acogernos. Reproducimos así, en la especie dolorosa, la formula aventurera de los argonautas: navegar es preciso, vivir no es preciso.

lunes, 25 de octubre de 2010



La ira que sentimos no es infundada. Años y años de rencor acumulado en nuestras entrañas es la secuela de lo que nos brindaron nuestros amos, bajo su escuela de la perdición y el disimulo, fuimos engañados desde niños por aquellos que decían tutelarnos, sus promesas no fueron más que imposturas de palabreros de profesión y nosotros asentimos en nuestro funesto destino. Creímos en sus discursos, los probamos quedamente, los experimentamos y saboreamos para hallar al final el sabor amargo de la ficción y el desengaño. Rompimos con sus pautas, nos distanciamos de sus esperanzas y sus ilusiones de papel. Caímos varias veces al fango por la seducción de vampiros, vampiros engañosos que nos quieren ver en el barrizal, pero al final nuestra metamorfosis se dio por si sola.
Ya entrada la serena oscuridad  de la noche, lentamente fuimos transformándonos bajo el hechizo de la luna en licántropos solitarios. Nos deslizamos de ser hombres a ser lobos. Dejamos de ser ovejas adictas al gregarismo para ser sombras autosuficientes. El calor nos fue presentado como obligatorio, pero su fuego no nos adoptó, sino que nos consumió por dentro, así hallamos nuestro lugar en el frió, y la protección en el manto etéreo y dolorido de la luna llena.
 Somos los lobos que tenemos el tajo de la aversión y el desprecio en nuestra mirada, camínanos solos entre la nieve, abrazados a los fríos árboles, observamos sigilosamente al ganado con la frente en alto y  el odio en nuestros ojos. Renunciamos al amor, renunciamos a la revolución, renunciamos a la entrega, renunciamos al anhelo, renunciamos al juego entre insectos de ponzoña…aceptamos solamente nuestro sitio en el exilio con mirada deslumbrante de vida, en medio de ovejas con la vida extinta. Caminamos abrazados al luto, al orgullo, a la disolución y la melancolía, pues han resultado ser los únicos sentimientos fieles. Somos la evocación de la llama del fuego y la vitalidad de la rabia en un mundo muerto y seco.