martes, 15 de junio de 2010

La idea del suicido ha navegado ya algunas veces en mi mente. Seria un verdadero respiro el agregado de la nada a mi esencia. Y no es que aborrezca la vida, sino todo lo contrario. Amo demasiadas cosas en el mundo y en la vida. Lo que no tolero es el tener que compartir este mundo y esta vida con los superfluos. Dijo un filósofo: La vida es un manantial de placer; pero donde la chusma va a beber con los demás, allí todos los posos quedan envenenados. Claro, la gran mayoría de los seres humanos viven porque si, porque le es demasiado fácil adaptarse a la tradición y a la costumbre. Si se les llega a preguntar a las personas el motivo de su vida se encontraran siempre las mismas respuestas: poder, dinero, riquezas, prestigio, salud, amor. ¿Amor a que? ¿Al prójimo? Nada más falso, lo único que aman es al dinero y a sus miserables deseos materiales.
Últimamente me almaceno herméticamente mis pensamientos e ideas ¿para que vociferarlos si no serán escuchados?
Me hallo desierto, sobrellevando las tempestades del vacío mientras los necios son felices con su Dios, su fútbol, sus mujeres, sus amigos, sus autos, sus sueños y anhelos fútiles y vulgares.
Me dijeron una vez, no hay lugar para los extranjeros en este mundo, y el único espacio para ellos esta en el exilio. Será un camino duro, brusco, difícil, con demasiadas piedras en el camino, pero el final si ese extranjero no abdica en su viaje al exilio obtendrá toda la gloria que reside en un encuentro profundo y total con el yo mas recóndito, aquel al que la masa jamás podrá acceder, pues el yo mas profundo se pierde cuando comienza la multitud. La multitud desprecia a los extranjeros pero no reconoce jamás su tácita abyeccion en su propia existencia como masa, despojada de todo valor y dignidad reducida a ser una mancha, inservible, anónima y reemplazable.

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